sábado, 2 de junio de 2007

El Comercio del Gato y el Ratón

La eterna lucha entre vendedores ambulantes y policía municipal se ha vuelto un paisaje cotidiano josefino. Transitar la capital se convierte en un imposible y la voluntad política brilla por su ausencia.

Vendedores ambulantes y policías municipales se enfrascan todos los días en un interminable juego del gato y el ratón. El problema es que en este juego no parece haber un fin y mucho menos un ganador.

Por un lado los vendedores, que no quieren ser atrapados, luchan porque se les deje colocar en la calle sus productos para sobrevivir. Por el otro los policías, que no quieren atrapar, sólo luchan por mantener el puesto y hacerle caso a las ordenes de arriba.

Basta solo un avenidazo para darse cuenta de la dinámica del juego:
Una voz que a medio pulmón grita: !OJASSS!.. una patrulla municipal fue vista en la esquina. Segundos después un puñado de personas, bolsas cargadas de productos y tablas que hacen de mostrador se alejan y pierden entre la gente. Con aparente indiferencia pero miedo en ojos, algunos vendedores que no pudieron correr sólo toman sus bolsas y se hacen a un lado esperando que la providencia los haga invisibles al “requìs de los tombos”.

Dos policías tan presurosos como su barriga se los permite, se acercan espantando a los vendedores dos cuadras abajo, para que así en tan sólo diez minutos todo vuelva a comenzar.

Con este panorama algunos costarricenses nos hemos empezado a preguntar, que gana en realidad la ciudadanía con la prohibición de poder vender productos de manera ambulante sobre la Avenida Central.

Por una parte el gobierno argumenta esta prohibición bajo las consignas del libre tránsito y la evasión fiscal que deja millones en pérdidas para la ciudadanía.

Pero es contradictorio que un país que prácticamente no tiene controles migratorios, acepte a miles de extranjeros de diferentes nacionalidades y situaciones económicas para luego negarles el trabajo en una sociedad donde llevar comida a la mesa se hace cada vez más difícil.

La contradicción de esta medida se hace más profunda al analizar que la misma municipalidad da permiso a los vendedores ambulantes de vender el confeti que se utiliza en el avenidazo decembrino, una celebración que deja suciedad y hace completamente intransitable la avenida central.

A pesar de los dimes y diretes, los costarricenses seguiremos necesitando y alimentando este mercado callejero, los vendedores ambulantes por su parte seguirán obligados a jugar al gato y el ratón con la policía municipal y yo me pregunto ¿quien sale ganancioso en toda esta situación?

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